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EL ORIGEN, LA MARCA Y NOSOTROS
el origen
Maschwitz, la Condesa y mamá
Lo primero que hay que decir es que la Condesa existió y su kimono también. Y que esta es la breve historia de cómo el kimono terminó en manos de mamá y de cómo a partir de ese kimono soñamos crear un mundo maravilloso.
Todo empieza a mediados del siglo pasado en
Ing. Maschwitz, Buenos aires. Un pueblo mágico, arbolado y florido, con calles de arena y casonas de grandes parques. Mezcla rara y argentina de apellidos extranjeros: allí los Rodríguez, los Rey y los Mejías se mezclaban con la familia vikinga de Sigrid, Live y Jørn, con los Metzler y Balli Jumper y sus hermanos, con los Henrich, el Padre Golchevsky, los Mattson, la inglesa Norah O’Farrel y su esposo yugoslavo Lazlo Najipal, y así…

A esa mezcolanza se sumaban nuestra abuela Iramain, cruza de vasca con italiana y nuestro abuelo Azzi, mezcla de libanés y francés -Lerrognon era su apellido materno-. Mamá aún guarda las cartas que mandaba su tío abuelo desde la Legión Extranjera en Argelia.












Se conocían todos y todo daba para soñar y tejer historias. Cada casa era un compendio único de sabores, acentos, aromas, colores y tradiciones. Durante las tardes la gente se hacía visitas como las que le hacían mamá y la abuela Ilda a la Condesa. Una viejita italiana extravagante cuya casa alejada y perdida entre los árboles evocaba una villa toscana. En cada visita mamá, apenas una niña, se subyugaba con los recuerdos de sus viajes, los cuadros y los adornos. Por sobre todo se maravillaba con una habitación empapelada hasta el techo con rosas al estilo decoupage.





Un día la Condesa murió. Su hija viajó para cerrar la casa y vender sus cosas, sus tesoros comprados en sus viajes por el mundo y entre ellos su ropa. Mamá eligió un kimono de seda turquesa que abuela Ilda le regaló. Así como se lo puso la hizo soñar y pensar que todas deberían tener un kimono para sentirse una Condesa.
Ese kimono es el que, toda una vida después, presta el molde para la primera prenda de Los Kimonos de la Condesa.



La mArca
Los Kimonos de la Condesa es una marca de resort wear que nace en Buenos Aires en el 2017 y se inspira en los viajes de la Condesa.

Es un camino de espíritu exuberante hacia la restauración de la poesía de la vida (o del mundo). A través de prendas etéreas y objetos maravillosos traemos de vuelta los colores, la alegría de vivir y los placeres simples, como morder sin piedad un mango jugoso o esas tardecitas silenciosas donde el tiempo se detiene.
Seguimos la intuición de que la verdadera belleza trasciende al tiempo. Por eso creamos piezas que van a acompañarte por siempre en aventuras indiscretas, banquetes con amigas y noches de luna donde los enigmas del vino y un gato te hagan compañía.
Los diseños de nuestras prendas, vaporosos y versátiles, están concebidos para vestir Condesas voluptuosas y Condesas esbeltas, Condesas petite y Condesas largas. La naturaleza es artista y en todas sus formas hay belleza: solo se trata de darle el marco perfecto.
Cerrar los ojos
sentir la brisa
morder el mango
Bienvenida a La Isla de la Condesa

Nosotros
La marca es dirigida por la artista plástica y diseñadora de interiores Claudia Azzi y su hija e hijo Eugenia y Javier Garat.
Cuando Claudia sacó el molde del kimono que de niña había comprado a la Condesa, nunca imaginó que sería el puntapié para crear un mundo maravilloso en familia.
Un kimono detrás de otro embelleció la vida de sus amigas hasta que naturalmente se sumaron Eugenia y Javier buscando expandir la semilla de ese universo que apenas se insinuaba. Los primeros pasos de Los Kimonos de la Condesa habían impulsado un diálogo creativo familiar que fluyó libre gracias a toda una vida estimulada por las artes: teatro, cocina, pintura, literatura, música, escultura, cine, arquitectura.
La creatividad en todos los aspectos de la existencia fue una constante en la vida de Claudia. En su familia había tapiceros franceses del Teatro Colón, estaban el abuelo libanés Azzi con su tienda textil, el tío Rene Hardy, fotógrafo y dibujante, la bisa sombrerera, que hacía sombreros y tocados para las mujeres de la alta sociedad porteña y su madre, que habiendo ido a una escuela de monjas le transmitió el arte del bordado.



Los kimonos de la Condesa es un proyecto en constante cambio, una sensibilidad, una manera de ver la vida. Un prisma por el que convergen no solo el recorrido de Claudia y los caminos de Eugenia (diseñadora industrial) y Javier (sociólogo) si no también las influencias de nuestra herencia en los puntos cardinales y de las reliquias familiares -ideas, objetos, recuerdos-, los sabores y aromas de la imaginación, las costumbres y tradiciones, el castellano entreverado de los migrantes y siempre, casi por sobre todo, el amor por la magia y los misterios de la naturaleza. Todo aquello que forma parte del mundo que los (nos) inspira.